La importancia de las emociones en esta etapa es, por lo que se ha dicho, fundamental, porque ellas expresan lo que el niño siente y porque mediante ellas se van colocando los fundamentos de lo que será su futura personalidad.
El niño de pocos meses, que todavía no habla, tiene dos formas para expresar sus emociones: el llanto y la risa.
El llanto le sirve al bebé para comunicarse con su madre, para llamar su atención, para manifestar algo que no es agradable, como por ejemplo la sensación de hambre o de dolor.
Hay distintas formas de llanto y la madre debe saber interpretarlas correctamente. El llanto fuerte y quebrado por movimientos de succión es indicativo de que el bebé tiene hambre. Si es más prolongado y, al mismo tiempo, menos agudo, indica malestar. A veces el llanto es como un gimoteo, una especie de lamento que apenas se interrumpe y que puede durar horas. Esto significa que el bebé está captando una situación conflictiva en su entorno, conflicto que, naturalmente, se está produciendo entre sus progenitores. Si el niño padece de algún dolor muy intenso, entonces el llanto se caracteriza por ser muy agudo.
Es esencial que la madre sepa calmar al niño cuando éste llora. Hay que tener en cuenta que un bebé de pocos meses no sabe todavía esperar, y tiene que aprenderlo. Poco a poco se va dando cuenta de que la madre acude para saciar su sensación de hambre o para manifestarle su afecto, y que nunca le falla. Esto es muy importante. Pero, al mismo tiempo, tampoco se debe caer en el extremo de que la madre intervenga cada vez que el niño llora. Si esto ocurre, el llanto deja de ser una señal de comunicación para convertirse en una especie de pequeña tiranía que el bebé ejerce con respecto a su madre. Lo mejor, lo más educativo, es establecer una pauta de actuación y estimular al niño a que se adapte a ella.
Pero éste no expresa únicamente sus sensaciones desagradables. También desde muy temprano aprende a comunicar aquello que le es placentero mediante la sonrisa. Hacia los dos meses, un bebé ya es capaz de sonreír a su madre, manifestando de esta manera que la reconoce. Más tarde, hacia los cuatro o cinco meses, comienza a dedicar sus sonrisas al padre. Por la misma época, comienza a reír delante de un espejo, y esto es señal de que pronto sabrá reconocer su propia imagen.
El niño de pocos meses, que todavía no habla, tiene dos formas para expresar sus emociones: el llanto y la risa.
El llanto le sirve al bebé para comunicarse con su madre, para llamar su atención, para manifestar algo que no es agradable, como por ejemplo la sensación de hambre o de dolor.
Hay distintas formas de llanto y la madre debe saber interpretarlas correctamente. El llanto fuerte y quebrado por movimientos de succión es indicativo de que el bebé tiene hambre. Si es más prolongado y, al mismo tiempo, menos agudo, indica malestar. A veces el llanto es como un gimoteo, una especie de lamento que apenas se interrumpe y que puede durar horas. Esto significa que el bebé está captando una situación conflictiva en su entorno, conflicto que, naturalmente, se está produciendo entre sus progenitores. Si el niño padece de algún dolor muy intenso, entonces el llanto se caracteriza por ser muy agudo.
Es esencial que la madre sepa calmar al niño cuando éste llora. Hay que tener en cuenta que un bebé de pocos meses no sabe todavía esperar, y tiene que aprenderlo. Poco a poco se va dando cuenta de que la madre acude para saciar su sensación de hambre o para manifestarle su afecto, y que nunca le falla. Esto es muy importante. Pero, al mismo tiempo, tampoco se debe caer en el extremo de que la madre intervenga cada vez que el niño llora. Si esto ocurre, el llanto deja de ser una señal de comunicación para convertirse en una especie de pequeña tiranía que el bebé ejerce con respecto a su madre. Lo mejor, lo más educativo, es establecer una pauta de actuación y estimular al niño a que se adapte a ella.
Pero éste no expresa únicamente sus sensaciones desagradables. También desde muy temprano aprende a comunicar aquello que le es placentero mediante la sonrisa. Hacia los dos meses, un bebé ya es capaz de sonreír a su madre, manifestando de esta manera que la reconoce. Más tarde, hacia los cuatro o cinco meses, comienza a dedicar sus sonrisas al padre. Por la misma época, comienza a reír delante de un espejo, y esto es señal de que pronto sabrá reconocer su propia imagen.
Fuente: http://padre-familia.com/2009/10/desarrollo-afectivo.html
La diferencia como valor social.