jueves, 10 de marzo de 2011

  EL NIÑO MENTIROSO: AYUDARLE A DECIR LA VERDAD

Cuando vemos que un niño miente tendemos a inquietarnos, ya que pensamos que la mentira se puede convertir en un hábito y que con el tiempo puede llegar a ser un mentiroso. 

Pero no hay que preocuparse excesivamente ante las mentiras de un niño pequeño, ya que para él los límites entre la realidad y la fantasía no están claros del todo, sobre todo si tiene menos de 6 años. 

Los padres pueden ayudar a los niños de alrededor de tres años a ver la diferencia entre lo que es real y lo que es imaginación, fantasía o ficción. Para ello, se puede aprovechar cuando se ven dibujos animados, o se les cuenta o lee algún cuento.



Además el propósito de las mentiras de un niño menor de 4 años, puede ser el de agradar a sus padres. Si piensan que sus padres van a disgustarse por alguna travesura que haya hecho, simplemente lo niegan para que ellos no se entristezcan. 

Es a partir de 7 años cuando el niño se siente culpable por haber mentido, aunque su mentira “haya colado”. 

¿Qué podemos hacer para ayudar al niño a decir la verdad?
-Hay que hablar en la familia con frecuencia de la importancia de la sinceridad. De ese  modo los niños comenzarán a tener en cuenta ese valor. Para ello podemos ayudarnos de cuentos, como el del pastorcillo que engañaba a los vecinos con el grito de “¡Que viene el lobo¡”, hasta que vino de verdad y nadie le hizo caso… 

-La mejor manera de hacer que el niño diga la verdad es a través del ejemplo. Si el niño pequeño ve que sus padres mienten, él hará lo mismo. Por ello, si queremos educar el valor de la sinceridad, nosotros como adultos debemos practicarlo. 


 -No tenemos por qué mentir a los niños. Si hay cosas que no se les puede decir por alguna razón, es preferible admitirlo antes que inventarse una mentira. 

-Progresivamente, habrá que ir también enseñando al niño el sentido de las “mentiras piadosas”, dichas para no herir a nuestros semejantes. 

-A veces, si castigamos al niño con severidad corremos el riesgo, entre otros, de que el niño mienta para evitar el castigo. Por ello, es preferible utilizar en la educación del niño técnicas de disciplina positiva. 

-En todo caso, el niño debe tener claro que la mentira conlleva un problema añadido al del comportamiento inadecuado o la travesura. Para eso, si el niño admite que ha hecho algo mal se le debe de hacer ver que apreciamos su sinceridad y aplicarle una consecuencia menos negativa que en el caso de que hubiera intentado engañar con su embuste. 

-En el caso de un niño pequeño al que sorprendemos con “las manos en la masa”,  o simplemente que está claro que han cometido una ‘fechoría’, no es bueno hacerle preguntas para que así pueda inventarse una excusa o mentira. Es mejor ir directamente a reprochar lo que han hecho mal y aplicar la consecuencia natural o lógica más adecuada. Al no hacerle preguntas (que en realidad no necesitamos hacerle) estamos evitando que pueda mentirnos. 

-Muy importante para inculcar la honestidad y sinceridad es premiar y elogiar la conducta sincera, es decir, más que perseguir la mentira, estar atentos a cuando dice la verdad para reforzarle esa buena conducta. 

-También es útil para estimular el valor de la sinceridad el preparar un “cuaderno de verdades”, en el que iremos anotando las ocasiones en que el niño se muestra sincero, y revisarlo con el diariamente para que aprecie el valor de la buena conducta y sea consciente de cómo va progresando. 

-No olvidar tampoco que, conforme los niños crecen, especialmente cuando comienzan la etapa de la adolescencia, necesitan también de intimidad, y que además de los aspectos que los padres deben conocer, hay otros que son íntimos y que no tienen por qué contarles. En definitiva, no inmiscuyéndonos en esos temas evitamos que el niño se vea en la tesitura de engañar.



La diferencia como valor social.